Se necesita humildad para aprender, la soberbia y el orgullo impiden la tarea. Así es como los ingenieros, aprendieron de los murciélagos los secretos del radar y de las termitas la manera de airear un edificio ecológicamente, sin costo energético, con solo establecer corriente de aire continua por las galerías del termitero hasta la chimenea central. Esto viene a colación porque aquí he conocido a compañeros que al abandonar el proyecto para mayores en su primer ciclo me han confesado que no seguían porque no les había aportado nada nuevo, que no habían aprendido nada. En mi opinión, vinieron tontos y se fueron igual de la universidad porque ya se sabe que “Quod Natura non dat Salmantica non praestat” y me atrevo a pronosticar que se irán igual de la vida, porque ¿cómo no aprender nada en un sitio como este?. Un colectivo como el nuestro ofrece la posibilidad de todo tipo de aprendizaje además de una terapia de grupo.