Uno de los sueños más antiguos de la humanidad ha sido el poder desplazarse a largas distancias con la máxima rapidez en el menor tiempo posible y sin esfuerzo. Este deseo de ir de un sitio a otro ha sido plasmado de diferentes maneras a través de los tiempos, desde la alfombra mágica de la literatura árabe, pasando por el pushpaka1 hinduista, hasta la escoba de nuestras brujas europeas en la Época Moderna, o más recientemente con el tele-transportador espacial de la nave estelar USS Enterprise de las series de TV y películas de ciencia ficción Star Trek.
Hoy en día esta capacidad de desplazamiento se encuentra al alcance de millones de personas, gracias al conjunto de mecanismos como la bicicleta, la moto, el coche o el avión. En cuanto al tema que nos ocupa, la bicicleta, podemos decir que no solamente fue un invento de un nuevo vehículo, sino que la bicicleta, por sí misma, fue capaz de cambiar de forma evidente la vida de la mujer en el mundo familiar, laboral y social a partir del siglo XIX.
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La bicicleta y sus orígenes en Europa
Bicicleta etimológicamente deriva del latín: bi,(dos) y ciclos (ruedas) y según el diccionario es un vehículo que consta de dos ruedas, generalmente del mismo tamaño, alineadas a un cuadro y dirigidas mediante un manillar; la bicicleta se mueve gracias al impulso ejercido por los pedales, que el conductor impulsa con sus extremidades inferiores.
Contar la historia de la bicicleta es contar la historia de la humanidad desde la época en la que el hombre, movido por un instinto de no permanecer en un mismo sitio, comenzó a idear artilugios capaces de desplazarse por sí solos, sin la ayuda de los animales de tiro. A partir del Renacimiento los inventos fueron evolucionando hasta que en el siglo XIX en Alemania apareció un hombre que imaginó un vehículo con dos ruedas, colocadas una detrás de otra.